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Sentí fuerte el llamado de los Cerros de Mavicure. El llamado del viaje.
Primero fue una intención escrita a finales de 2020 en mi diario de viaje bajo el título “Lugares por conocer en la vida nómada”. Era uno de los destinos con los que quería ampliar mi conocimiento de territorios naturales y comunidades originarias de la Colombia profunda. Mi mapa de sueños viajeros.
Luego, como una coincidencia que empieza a parecer algo más, los Cerros se me aparecieron por todo lado: conversaciones casuales, sugerencias de algoritmos, viajes hechos por amigos y conocidos, y menciones dentro de las notas de lugares imperdibles en Colombia. Entonces supe que ya no podría posponer más la visita. “Este año sí voy”, me dije, y así hice.
A pesar de las lluvias constantes, los cielos nubados y los ríos elevados, decidí que el mes del viaje sería junio de 2024. Y fue una decisión acertada, aunque sé que queda pendiente volver en verano para conocer los ecosistemas transformados: cielos despejados, playas en los ríos, aguas con colores más marcados en tonalidades oscuras, rojizas y marrones, y días de un sol inclemente de seis de la mañana a seis de la tarde.
El viaje a los Cerros de Mavicure empieza en Inírida, la capital de Guainía en el oriente colombiano cerca a Venezuela. Allí, a su vez, se llega por avión desde el interior del país (Bogotá D.C. o Villavicencio, en el Meta), porque no hay carreteras que la conecten ni transporte fluvial de pasajeros.
Una vez en Inírida, el traslado se hace aguas arriba por el río Inírida durante más o menos una hora y media (el tiempo varía dependiendo de la embarcación y la capacidad de sus motores).
Una de las sorpresas agradables que me llevé es que existe la posibilidad de quedarse a dormir en las faldas de los cerros y, todavía más inusual, con un internet bastante decente. Hacia el norte y en el costado oriental del río Inírida, está localizada la comunidad de Venado; hacia el sur y en el costado occidental del río, está la comunidad de Remanso. Ambas tienen opciones de alojamiento y antenas de transmisión de internet muy cerca: Venado de Claro y Remanso de Tigo. “Aquí hay mejor internet que en Inírida”, dicen las comunidades locales y los operadores turísticos, quizás exagerando un poco.
Otra sorpresa es que los Cerros de Mavicure no son tres —como muestran las fotos más populares que circulan en internet y yo aporto mi granito de arena con las que comparto en este mensaje—, sino muchos más. Esto se debe a que los tres famosos cerros son los más llamativos, los más altos y además están bastante cerca, aunque el río Inírida separa a Mavicure de Mono y Pajarito.
Cerro Mavicure es el único al que se puede ascender; no solo es el menos alto de los tres (mide 170mts frente a los 480 de Mono y los 712 de Pajarito), sino que su forma escalonada facilita la caminata. La ruta a su cima se divide en tres: la primera es un ascenso en roca con algunas pendientes inclinadas y cuerdas de apoyo para quienes quieran caminar más seguro; la segunda, un trayecto relativamente plano por un bosque bajo y poco tupido; y la tercera, la más empinada, se hace subiendo algunas escaleras artesanales que están bien ubicadas y en buen estado. Toda persona con un mínimo de estado físico y buena salud puede llega a la cima del cerro.
Parte del encanto es que son montañas rocosas que se elevan sobre la llanura selvática. Desde lo más alto de Mavicure se tiene una vista de 360 grados en la que, descontando los pocos cerros aislados de la región, solo se ven cuerpos de agua y una selva relativamente virgen y aparentemente infinita. Aquí ya estamos adentrándonos en la Amazonia de Colombia, un país que cuenta con cerca del 10% de la selva tropical más extensa del mundo (Brasil tiene el 60%).
Los Cerros de Mavicure hacen parte del Escudo Guayanés, una de las formaciones geológicas más antiguas del planeta que abarca regiones de Venezuela, Guyana, Surinam, Brasil y Colombia. Esta región es conocida por sus formaciones rocosas únicas, mesetas de granito (o tepuyes) y biodiversidad endémica.
Estando en lo alto de Mavicure, en distintos ascensos, pude observar aves como tucanes de picos multicolor, águilas arpía y garzas blancas. En sus caños y encuentros de aguas es común observar delfines rosados. Los pescadores suelen traer bocones, palometas y cachamas. En las historias de la gente local se habla de monos aulladores, dantas y venados, así como de anacondas y otras serpientes. En los alojamientos se ven insectos, reptiles y mariposas. Los mosquitos son omnipresentes y difíciles de detener. Esto no es un mito amazónico: es una verdad fáctica a la que se enfrenta la “carne fresca” al llegar (y durante los días siguientes, a veces sin clemencia). Doy fe de ello.
Los guías locales que acompañan el ascenso a Mavicure y las caminatas por la zona, incluida la vuelta a la base de Pajarito en la comunidad de Remanso, cuentan el origen de los cerros según la creencia de los antiguos. Así, Mavicure, Mono y Pajarito (que en lengua nativa en realidad es Águila, pero fue mal traducida por desconocimiento de los idiomas) eran tres hermanos huérfanos que vivían con su abuela. Mavicure, el menor, era el más rebelde y fastidioso. Además, le gustaba atacar a los monos y las águilas que eran las mascotas de sus hermanos mayores. Desesperada, un día la abuela, confabulada con Mono y Pajarito, organizó una celebración con la bebida que más les gustaba: la chicha. Para emborracharlo, a Mavicure le dieron más alcohol que al resto y, cuando estuvo listo, lo dejaron durmiendo en el otro lado del río. Al despertar, dándole la espalda al sol, Mavicure se encontró aislado de sus hermanos y además convertido en piedra, al igual que ellos. “Por eso es que la cabecita de Mavicure se ve así como girada, como medio bravo con los hermanos mayores”, dice Lea, una de las guías locales.
El nombre de Mavicure viene de la fusión de dos palabras en lengua indígena que hablan del veneno y la cura que se encuentra en la vegetación del cerro y que es usada por los indígenas amazónicos para cazar monos y otros animales con la cerbatana o bodoquera (y también es una palabra incomprendida por los occidentales que llegaron al lugar, por eso unos hablan de “Mavicure” y otros de “Mavecure”. Ambos imprecisos, según los locales, y yo no pienso aportar más confusión al asunto).
Otro de los personajes que aparece en los mitos y leyendas de la región es la princesa Inírida. Ella era una joven indígena extremadamente bella y por lo mismo muy pretendida por los hombres. Al convertirse en mujer con el primer periodo, y luego de pasar un tiempo aislada con su abuela, el padre de Inírida (o “Espejito de Agua”) hizo una celebración en su honor e invitó a todo el mundo. Un joven se enamoró perdidamente de Inírida, pero fue rechazado por ella. Decidido a quedarse con la mujer más bella, el joven buscó a su abuelo, quien le dijo “yo te ayudo a enamorarla”. Y le dio un brebaje de pusana —una planta del territorio— para robar el amor de Inírida. O eso creyó.
El joven le untó la pusana a la mujer, pero ella, en vez de enamorarse, enloqueció porque el brebaje había quedado mal preparado. O bueno, ella sí se enamoró, pero no de él, sino de lo que más le apasionaba: la naturaleza. Desorientada, escapó hacia los cerros y en su locura ascendió primero por el empinado cerro Mono y luego por el altísimo cerro Pajarito donde nadie más pudo alcanzarla. Inírida entró en el cerro rocoso por una hendidura que encontró en la superficie y cerró con una esterilla que llevaba consigo. Hoy le sirve como ventana para ver el exterior, y uno la puede observar desde el costado opuesto del río.
Desde entonces, Inírida vive allí, aislada de su familia, amigos y comunidad, y recluida en el castillo del que ahora es princesa. En los días en que está triste, llora y su llanto es iluminado por el sol al caer por cerro Pajarito en busca del río que lleva su nombre.
El 7 de julio pasado, pocos días antes de que yo llegara a la zona, El Tiempo —el periódico más leído en Colombia— publicó una nota sensacionalista con el título “Foto muestra 'aparición de la Virgen' en Guainía, uno de los sectores conocidos como los más antiguos y sagrados de Colombia”. Como era de esperarse, la foto —la prueba “irrefutable” de la aparición— es borrosa y muestra una mancha de luz que puede interpretarse de muchas formas, incluida una aparición divina. Lo que me parece más triste de esto —incluso más que la pauperización del periodismo nacional— es que no se hable de la aparición de la princesa Inírida, sino de la Virgen María. Desde luego, esto es un indicador de lo que ha hecho la religión evangélica en el territorio: imponer creencias foráneas a costa de arrasar con las antiguas. En los Cerros de Mavicure ya no se le da las gracias a la Pachamama, sino a Jesucristo, y no se asciende en ayunas a los cerros que fueron sagrados como parte de un rito espiritual, sino que se come la carne de cristo y se bebe su sangre en la misa del domingo. Una lástima.
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Datos de interés para viajar por los Cerros de Mavicure
Los Cerros son maravillosos, es verdad, pero lo ideal es armar un plan de viaje que incluya otros atractivos de la región, como Inírida y sus alrededores, la Estrella Fluvial del Inírida (de la cual hablé hace dos semanas), la ruta de la miel y los raudales de Zamuro y Cualet. Si se cuenta con más tiempo, se pude ampliar el viaje con la inclusión del Parque Nacional Natural El Tuparro y recorrer parte del Vichada en lo que se conoce como la Ruta Humboldt.
El viaje por Guainía es un poco más caro que el viaje por otros territorios, debido a que se debe llegar por aire y movilizar por agua. Por eso, y porque hay mucho por ver, recomiendo hacer un viaje de mínimo 3 noches y 4 días. Ojalá más: en Mavicure vale la pena dormir incluso dos noches.
La forma más práctica de viajar por el territorio, y quizás la más económica, es hacerlo con un operador turístico que solucione el transporte, el alojamiento, la alimentación y la guianza. Yo lo hice con Toninas Travel y me fue muy bien. Haz clic aquí para conocerlos.
En Inírida hay hoteles chéveres con ventilador y aire acondicionado. El alojamiento en los Cerros de Mavicure es más rústico y, por lo mismo, más autóctono.
En Guainía se come y bebe rico; allí puedes probar platos típicos como pescado moquiado (o ahumado), ajicero (un caldo picante de pescado), sancocho de pescado (otro caldo sin picante, pero con plátano y papa) y pisillo (pescado desmechado), así como casabe y mañoco (masas a base de yuca brava). También encuentras bebidas como la chicha (bebida fermentada tradicional hecha a base de maíz con un ligero contenido alcohólico), la “preparada” (un jugo con más agua que fruta) y jugos cargados de frutas amazónicas como arazá y copoazú.
Si quieres conocer más del departamento, observa “Guainía, la Estrella de muchas aguas” de la serie audiovisual Tr3inta y 2, regionalmente nuestro (haz clic aquí).
Te invito a seguirme en Instagram (@oscarivanperezh) para ver más fotos de los Cerros de Mavicure. Pasé 10 días allí y tuve la oportunidad de hacer fotos desde distintos puntos geográficos y desde la cima, la base y el agua, con cámara fija y dron, con sol y neblina, así que tengo mucho material por compartir. ¡Y lo mejor es que está buenísimo!
Únete al taller fotográfico en Monguí
Del viernes 19 al domingo 21 de julio, estaremos en Monguí, Boyacá, con el taller fotográfico de . Gabriel Rojas y yo seremos los talleristas, y el viaje nos permitirá hacer fotos de calle, paisajes naturales y fábricas artesanales de balones, así como compartir con el Negro Wilson y Amay la poesía costumbrista de la región. ¡Me harías muy feliz si te unes al grupo!
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No me canso de decirlo: cada día más despegado en fotografía, amigo. Cuando abrí el artículo para leer, lancé un suspiro de impresión a esa magnífica foto que pusiste al comienzo. Espectacular. ¡Abrazo!
Vengo a comentar lo mismo, fotos chulísimas