Los podcasts han despertado en mí un sentido que tenía dormido. Desde que me obsesioné con el medio, he aprendido a escuchar el entorno que me rodea. Ahora camino por las calles de pueblos y ciudades tratando de identificar los sonidos que las hacen únicas y me adentro en la naturaleza para apreciar las sinfonías que componen los cantos de las aves, el chirriar de los insectos y el correr de las aguas de un río.
A la radio nunca llegué. Y al podcast llegué hace relativamente poco. Nunca fui oyente de radio, quizás porque mi oído no sabía concentrase en un discurso sin apoyos visuales y el medio siempre me pareció demasiado alargado, improvisado y atestado de acciones de relleno. Al podcast no llegué antes, porque no sabía que existía ni que éramos espíritus compatibles.
Fue Diego León —uno de los peces— quien primero me habló de los podcasts. “¿Los qué?”, dije. “Podcasts”. Nunca antes había escuchado esa palabra. No recuerdo cómo los definió ni cómo los describió, pero sí que logró capturar mi interés. Ese día me habló de Radio Ambulante y me envió por WhatsApp un episodio que nunca olvidaré: “Saltar el muro”, la historia de un hijo que ayuda a morir a su madre e intenta partir con ella. Quedé muy impresionado por la profunda empatía que sentí por Carlos Framb –el hijo– y el revolcón emocional que me despertó su testimonio. Incluso sentí ganas de llorar, algo que no me ocurría cuando leía crónicas similares, una de mis obsesiones en ese momento. Más adelante, cuando ya me había adentrado en el camino sin retorno de los podcasts, descubrí que el audio tiene la capacidad de conectar profunda y emocionalmente al oyente con el hablante. De hacerlos cómplices. Era marzo de 2019.
Después de ese episodio, consumí desaforadamente muchas de las crónicas publicadas por Radio Ambulante. Luego di el salto natural a la escucha de otros podcasts como Las Raras, (De eso no se habla), Un periódico de ayer, Diana Uribe FM, Solaris y Catástrofe Ultravioleta. Con estos proyectos, pude explorar géneros como la conversación, el monólogo, el documental y el ensayo.
Desde esos primeros acercamientos al audio, me sorprendió la gran diversidad de propuestas y la inmensa creatividad de los podcasters. Y aún me sigue sorprendiendo.
Los podcasts se han convertido en mis compañeros y maestros inseparables ahora que he optado por la vida nómada. Me entretienen en los momentos de soledad, me informan de lo que ocurre en el mundo y es una de las fuentes que sacia mis ansias de conocimiento.
En mi vida anterior como docente universitario, escuchaba podcasts mientras cocinaba, comía o arreglaba el apartamento en donde vivía. Incluso había tomado el hábito de movilizarme en bus por Bogotá para alargar un poco los recorridos y tener el tiempo suficiente para escuchar los episodios más largos, esos de 45 minutos o una hora. Ni antes ni ahora me ha gustado dejar los episodios sin terminar. Para mí, los podcasts son como los cuentos escritos: se deben consumir de un tirón para apreciar mejor su unidad y cohesión. Escuchar episodios pendientes también era un estímulo para salir a caminar por la ciudad o reemplazar trayectos en transporte público por caminatas, como muchas veces hice en los recorridos vespertinos de retorno al ahogar.
Ahora, en la vida itinerante, las cosas han cambiado, empezando porque ya no cocino tanto ni tengo un espacio propio que arreglar con frecuencia. Me he habituado a escuchar podcasts mientras empaco la maleta antes de cambiar de lugar. La tarea, que parece fácil, toma su tiempo –a veces más de una hora– y demanda mucha atención. Empacar maleta es como hacer un mini trasteo. Debo organizar todo lo que tengo, ponerlo a la vista y asegurarme de que lo he guardado en los lugares específicos que les he asignado en las mochilas que cargo. Esa es la estrategia que he ideado para no perder nada y me ha funcionado muy bien.
El deseo de compartir con otras personas la pasión creciente por el audio hizo que, desde
, creáramos la Comunidad de Oyentes. Emulando lo que hacen los clubes de lectura, la idea inicial era reunir a oyentes de podcast para conversar online sobre proyectos sonoros destacados. Y así iniciamos, pero los planes pronto cambiaron. Para bien.Desde el primer encuentro recibimos una acogida muy especial de los creadores de audio. En aquella ocasión, el jueves 25 de febrero de 2021, nos acompañaron Juan Serrano y Ricker Silva, los productores del episodio del que íbamos a hablar. Y fue muy chévere compartir con ellos nuestras impresiones sobre “El amor después de Patricio”, un episodio de la primera temporada de Un periódico de ayer, y hacerles preguntas acerca de la producción y los matices de la historia.
Luego vinieron muchos más encuentros con oyentes y productores y una idea que lo cambió todo: la creación del chat en WhatsApp. Con éste no solo llegó la posibilidad de mantener una comunicación continua con los inscritos a los encuentros, sino también la oportunidad de formar una comunidad verdadera. Hoy, casi dos años después de haberlo lanzado, somos muchos más miembros, nos conocemos mejor y estamos creando contenido original. El más reciente se llama ‘Los podcasts más queridos en español’ y tiene dos productos derivados: ‘Los podcasters más queridos de Latinoamérica’ y las playlists de podcasts recomendados de países en donde se habla nuestra lengua.
Los proyectos de la Comunidad de Oyente son pro bono, colectivos y democráticos. En ‘Los podcasts más queridos en español’, por ejemplo, un equipo de voluntarios coordinó la selección de los shows en dos etapas: nominación y votación. En total, más de 60 personas de varios países respondieron dos formularios online.
La Comunidad de Oyentes ha elegido Los podcasts que nos formaron, el show que hacemos Peces fuera del agua y Tristana producciones, como su cuatro podcast más querido. Es lindo el reconocimiento al trabajo realizado, además de una prueba más de la magia que ocurre cuando oyentes y productores nos reunimos a conversar. A Flora Flores Iborra, directora de Tristana, la conocimos gracias al trabajo de la Comunidad y fue ella quien, en uno de nuestro encuentros online, lanzó una idea al aire que más adelante se cristalizó en el show: “Qué lindo sería hacer un proyecto sobre los podcasts que nos formaron”, dijo.
Adicional a este reconocimiento, la Comunidad me ha elegido como una de las personalidades latinoamericanas del podcast que más quiere, un gesto inesperado que recibo con mucho cariño. Es emocionante ver mi nombre al lado de algunos de los podcasters que me enamoraron del medio por allá en 2019 y 2020: Daniel Alarcón, Catalina May, Martín Cruz, Juan Serrano, Diana Uribe, Maru Lombardo, Laura Ubaté y Sara Trejos.
Gracias Comunidad de Oyentes por tanto cariño. Saben que el amor es correspondido.
Óscar Iván
Bogotá D.C.
Una primera versión de este texto fue publicada en Peces fuera del agua con el título “Aprender a escuchar y a jugar con el sonido”. Aparte de mi inicio en la escucha de podcast, allí hablé de mis exploraciones con la captura de audio, la creación de un audio diario y algunos de los regalos que me había dado el podcast. Puedes leerlo aquí.
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No soy amante de los podcast porque tengo problemas auditivos y me rechinan los oídos con las frecuencias sonoras de los aparatos electrónicos. Pero la información de tu post me ha parecido muy interesante y ordenada. Necesaria, vamos!
Buen texto Oscar Iván, gracias por compartir los orígenes de los Peces. Abrazo.