Lo diré sin rodeos: me encanta teletrabajar.
Lo supe desde antes de que la pandemia nos obligara hacerlo y desde entonces he echado profundas raíces en él.
Por ahora, no me imagino volviendo a un trabajo tradicional de oficina, aunque sí me gustaría hacer algunos cambios en mi rutina laboral.
Antes de convertirme en nómada digital era docente-investigador en una universidad de Bogotá y ahí pude dar mis primeros pasos en el trabajo remoto.
De hecho, la mayor parte del trabajo lo hacía desde casa —preparación de clases, calificación de trabajos, escritura de artículos, etc.— y a la universidad solo iba a dictar clases, participar en reuniones de trabajo y asistir a eventos de mi interés.
Eso no le gustaba mucho a mi jefa directa y quizás tampoco a mis compañeros (quienes, en todo caso, también eran teletrabajadores como yo, aunque quizás en menor grado), pero nada que hacer: a mí me encantaba y no estaba interesado en cambiarlo.
¿Por qué?
Porque pude experimentar algunas de las ventajas del teletrabajo, así fuera de tiempo parcial. Por ejemplo:
Evitar la pérdida de tiempo en los desplazamientos (me parecía inconcebible —y me sigue pareciendo— perder dos o más horas yendo y viniendo de un lugar a otro para tener una reunión de trabajo de menor tiempo).
Ahorrar dinero en transporte y alimentación (porque ir a la oficina cuesta plata y a veces el costo de la alimentación aumenta frente al de casa o el de algún lugar cercano).
Tener más horas de sueño (para asistir a una reunión presencial de ocho de la mañana debía levantarme, máximo, a las seis, mientras que para asistir a una reunión online de ocho puedo levantarme, tranquilo, a las siete y cuarto. No sobra decir que esos minutos adicionales de sueño valen oro).
Dormir la siesta (pongo este beneficio casi de último, pero, en mi escala personal de preferencia, quizás debería ir de primero. Si no duermo la siesta, soy un zombi el resto del día; si la duermo, renuevo energías y puedo alargar mis horas de productividad —este mensaje lo escribo justo después de levantarme de una y está fluyendo bastante bien—).
Sentir mayor satisfacción con el trabajo (estas ventajas me ayudaron a compensar los aspectos que me molestaban de ser profesor e investigador y me empujaron a querer continuar haciendo lo que hacía).
¿Valoran ustedes estas ventajas tanto como yo?
Lo que más me gusta de ser nómada digital es poder teletrabajar el 100% del tiempo y tener la posibilidad de hacerlo desde donde quiera.
En este estilo de vida no importa en dónde haga mi trabajo ni a qué hora. Lo que importa es que lo haga bien y cumpla con las fechas de entrega.
Hoy en día, no cuento con horarios de trabajo, ni obligación de asistir a la oficina, ni reuniones fijas. Por eso mismo, puedo organizar mi agenda como quiera. Y lo hago: suelo trabajar por las noches y atender mis asuntos personales durante el día, así como viajar entresemana y trabajar los fines de semana y los días feriados.
Esta flexibilidad laboral me permite organizar mis días de tal forma que pueda hacer el trabajo creativo en las horas en que me siento con mayor claridad mental y atender cada día la tarea que más me llama la atención (y no lo que la jefa diga).
La flexibilidad también me ha llevado desperdiciar tiempo y a dejar lo poco urgente y menos satisfactorio para el último momento. Debo aceptarlo: a veces es difícil resistirse a las tentaciones.
Una de las diferencias grandes que existen entre el teletrabajador sedentario y el trabajador nómada es que el primero tiene mayor control sobre el lugar de trabajo que el segundo.
Yo, por ejemplo, tenía un súper espacio de trabajo cuando era profesor y teletrabajaba desde casa. En ese entonces, contaba con un escritorio amplio, una silla ergonómica, luz natural y luz artificial de calidad, una biblioteca personal diversa, internet decente, baño a pocos pasos, silencio alrededor.
Hoy, como alguien que se mueve constantemente, no siempre puedo asegurar que todos esos aspectos funcionen como quisiera. De hecho, me suele faltar más de uno, incluso cuando me quedo en casa de amigos y familiares.
Lo que suele ser más difícil de asegurar en los lugares en donde trabajo es el escritorio, la silla y la iluminación adecuadas. Y bueno, ni hablar de la dificultad de conseguir internet de calidad en ciertos lugares apartados de los principales centros urbanos…
Durante los dos primeros años tuve un dolor de espalda ocasional que atribuí al trabajo en lugares inadecuados. Pasé muchas horas en sillas incómodas o incluso trabajando desde la cama, algo que nunca antes me había permitido.
Aparte de estos retos “logísticos” del teletrabajo, vale mencionar algunos que son más propios de alguien que lleva una vida itinerante.
Uno que personalmente me ha costado bastante —y del cual les he hablado en esta newsletter— es la relación que tengo con la tecnología. O, puesto en palabras más claras, me ha costado bastante tener una relación sana con la tecnología.
Estar sentado frente al computador la mayor parte del tiempo laboral es estar frente a una fuente inagotable de distracciones, ya que no es fácil cerrar las aplicaciones de mensajería de texto —pues a través de ellas me comunico con la gente que trabajo—, ni la redes sociales —porque parte de mi trabajo se hace precisamente ahí—.
Tampoco ha sido fácil establecer límites claros entre el trabajo y la vida personal. La otra cara de tener una flexibilidad laboral tan grande como la que tengo, esa que me permite trabajar a la hora que quiera y desde el lugar que me venga en gana, es que nunca me desconecto por completo del trabajo. Siempre tengo algo que hacer, sin importar el día o la fecha. Por lo general, trabajo de lunes a lunes, aunque algunos días solo lo haga durante un par de horas.
El último reto del que me gustaría mencionar hoy es el de mantener una interacción social en persona. Esto es un reto importante porque viajo solo y además rompo los lazos sociales que he establecido cada vez que cambio de lugar, salvo que vaya a un sitio en donde conozco gente.
La costumbre de estar unas semanas en Bogotá y otras por fuera la adopté precisamente por eso: no extender demasiado los tiempos de soledad y evitar así que se vuelva un problema para mí. Ese error lo cometí en mis primeros meses de vida nómada y no quiero que vuelto a pasar.
¿En qué ando?*
Leyendo: Autorretrato en el jardín. Acabo de terminar este hermoso libro de Juliana Muñoz Toro y ya lo quiero leer de nuevo. La autora nos introduce al universo inagotable de los jardines a través de sus lecturas, visitas y vivencias. El libro entero es poesía. Hay poesía en las citas, en la prosa, en la mirada, en el oficio analizado, en los jardines observados. Léelo: te va a encantar.
Escuchando: Grandes infelices. Luces y sombras de grandes novelistas. Descubrí este podcast hace unos días y desde entonces no he dejado de escucharlo. Son perfiles de escritoras y escritores que tuvieron vidas complicadas. El guion, la narración y la investigación de Javier Peña son impecables. Hasta el momento, el episodio que más me ha impresionado es el del mexicano Juan Rulfo. Aquí te lo dejo.
Viendo: Our Great National Parks. Esta serie documental de Netflix nos lleva a conocer parques naturales monumentales alrededor del mundo y a tomar consciencia de su importancia para la conservación de la naturaleza y la lucha contra el calentamiento global. Su fotografía es bellísima (cada tanto se me sale un ¡waaash!), los sitios que muestran no son los típicos de Animal Planet y, por si fuera poco, Barack Obama lo narra y presenta. Observa el trailer.
*Esta sección la tomo de Parsimonia, la newsletter de Macarena González Cazon, una de las invitadas a la Comunidad de Newsletter@s de septiembre. Conoce más aquí.
Aviso parroquial
Este sábado inicial el Taller de Literatura y Viaje que dicto en la librería Casa Tomada. Durante este semestre, haremos un viaje literario y físico por la Amazonia. En total, leeremos cinco libros, uno por mes. Todavía estás a tiempo de unirte al plan. Conoce más.
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Me encanta saber las ventajas pero me gusta muchísimo más que nos cuentes los retos. Que la comunicación vulnerable y honesta sea el escudo. Siempre. Un abrazo
No cambio el trabajo de no oficina por nada! Qué viva!
Y gracias infinitas por recomendar tan sensiblemente Autorretrato en el jardín 🌿🌿🌿