Hoy, hace exactamente un año, envíe el primer mensaje de Quietud y Movimiento. Pasó menos de un mes entre el momento en que tomé la decisión de crearla y el momento en que le di clic por primera vez al botón de enviar. Fueron unas semanas de aprendizaje vertiginoso sobre los aspectos técnicos y creativos del universo newslettero. Días intensos en los que descubrí proyectos inspiradores y me enamoré del formato.
Decidí tener mi newsletter propia por razones obvias: quería escribir y publicar más. Quería establecer una rutina semanal de escritura y ser más eficiente en la redacción de mis textos. Quería, sobre todo, convertir las listas de textos por escribir en listas de textos publicados. Por lo que había leído y escuchado, sabía que establecer un compromiso abierto con la gente era un fuerte estímulo para sacar tiempo y energía cada semana. Y así ha ocurrido.
Todos estos son beneficios predecibles de tener una newsletter de autor. Y más si es semanal, como lo fue esta en sus primeros siete meses de existencia. Quiero dejar constancia de la veracidad de esas expectativas —sobre todo para quienes están interesados en tener un proyecto de este tipo—, pero no quisiera detenerme ahí. Quisiera, más bien, adentrarme en lo que me cogió por sorpresa y me pareció más alucinante.
Tener una newsletter sobre viajes, literatura y tecnología desde la perspectiva de un nómada digital me ha permitido darle una temática a mi viaje. Motivado por la búsqueda de una historia o una reflexión, Quietud y Movimiento me llevó a perseguir la historia de los buques caucheros en Iquitos, leer literatura de ficción y de no ficción sobre la Amazonia y descubrir el testimonio de viajeros por el Perú de los 80s. Visto así, cumplir con mi compromiso con los lectores me ha llevado a vivir más intensamente la experiencia que estoy viviendo o, incluso, a generarla.
“Uno investiga sobre lo que quiere conocer, no sobre lo que ya conoce”. Ese es una máxima que me gusta repetir con frecuencia y que me ha acompañado siempre, incluso más en mis vidas pasadas como docente universitario e investigador social. Traigo esta idea a colación, porque los mensajes de Quietud y Movimiento me introdujeron algunas veces en territorios antes inexplorados por mí. La escritura de la correspondencia newsletters que sostuve con
, de Sunday Service, me llevó del minimalismo “material” —que ya conocía— al minimalismo digital —que nunca había escuchado y me fascinó de inmediato—. De esa búsqueda puntual salieron dos mensajes que recuerdo con mucho cariño y a los que vuelvo cada cierto tiempo (porque esta newsletter es mi diario de viaje público): “Antídoto para no perder el tiempo” y “Un nómada digital sin internet”.Enviar estos mensajes me ha permitido conversar más con viejos amigos y entablar nuevos diálogos y proyectos con amistades que surgen gracias a una pasión compartida. Esos diálogos y cruces de mensajes son clave para seguir adelante. Tener una newsletter de autor es un viaje en solitario —además de exigente y a veces ingrato—, al que le viene bien recibir una palmadita de aliento en la espalda o un “No desfallezcas: aquí te estamos esperando”.
Quizás el regalo más inesperado que me ha traído la newsletter es el haber mantenido un monitoreo permanente y completo sobre mis emociones, sentimientos y pensamientos. Esto se debe en parte a que mi escritura es muy autorreferencial, es decir, un relato en primera persona que intenta ser un espejo en el que otros se miren y se cuestionen a sí mismos. Mis textos siempre intentan (implícita o explícitamente) que tú te preguntes cómo has experimentado o sentido aquello de lo que estoy hablando. “¿También te cuesta tener una relación sana con la tecnología?”, “¿Los viajes también son un factor de felicidad en tu vida?” y “¿También es un reto para ti hacer el dinero suficiente en el trabajo independiente?” son preguntas que te he dejado entrelíneas.
De hecho, la gran pérdida que he tenido que asumir al renunciar a las entregas semanales de Quietud y Movimiento ha sido precisamente esa: la ruptura de mi monitoreo emocional. El mensaje de los jueves era mi ancla a la realidad, al presente, a lo importante. Desde entonces, me he concentrado más en lo urgente y yo mismo he pasado a un segundo plano.
Podría seguir con este balance público, pero paro aquí. Ya he dicho lo fundamental. Ahora me gustaría escucharte a ti. ¿Te ha servido de algo recibir estos mensajes? ¿Por qué sigues en esta lista de correo? ¿Por qué das clic a estas cartas? Cuéntamelo en los mensajes de abajo o en respuesta a este mail.
Con cariño,
Óscar Iván
Bogotá D.C.
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Los mensajes de esta newsletter son atemporales y pueden leerse en cualquier orden. Para facilitar tu navegación, los he organizado en cuatro categorías:
Confesiones: relatos que se basan en mi experiencia personal.
Nómada digital: historias ancladas en este estilo de vida o unos afines, como el de los teletrabajadores “sedentarios” y los viajeros permanentes.
Destinos: trabajos en los que hablo de los lugares que visito.
Cultura y viajes: historias que mezclan los viajes con los libros, la televisión o el cine.
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En Saltos al vacío, el primer libro impreso y colectivo de Peces fuera del agua, publico tres trabajos: “Alquimia para convertir píxeles en átomos”, que viene a ser la presentación del libro; “Instantes congelados en el frío”, el texto que complementa el trabajo fotográfico de Gabriel Rojas; y “Este no es un lugar para cualquiera”, un texto que va a sorprender a quienes me han leído antes, pues juego con lo que más me cuesta: los diálogos, el tiempo lento y la ficción. Además, fui el director del proyecto más ambicioso que hemos hecho hasta hoy en el laboratorio creativo. Chévere que nos apoyes con tu compra. Es una gran forma de decirle a los creadores: “Gracias, valoro lo que haces”.
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