La lección olvidada del minimalismo
Deberíamos ser más conscientes de la forma en que usamos nuestro tiempo
¡Hola, newsletter@s!
Con Carlos Arroyo, autor de Sunday Service, un boletín sobre creatividad, meditación y vida intencional, hemos decidido cruzarnos un par de cartas por este medio. Hoy le estoy enviando la primera, que él responderá el domingo 23 de abril a través de su proyecto creativo. Más adelante, invertiremos el sentido de la correspondencia e invitaremos a más newsletter@s a que se sumen al experimento.
Espero que les guste el mensaje de hoy. Lo escribí con mucho cariño.
Óscar Iván
Querido Carlos:
Te escribo desde el cuarto del hotel en donde me hospedo en Pijao, un pueblo rodeado de montañas de café, plátano y aguacate en el Eje Cafetero colombiano. Hace frío en esta mañana de Lunes de Pascua. Por las ventanas abiertas veo un cielo blanco que augura lluvias ligeras y el aumento de la dificultad de la caminata que haré más tarde. Escucho pájaros, gallinas y motos. Me fascina esta vida de pueblo, este punto intermedio entre la modernidad y la tradición.
Te cuento que estoy sorprendido con el nivel de desorden al que puedo llegar con tan pocas pertenencias. Sobre el escritorio reposan los libros que traje, el esfero y el resaltador con que los rayo, y el plato y los cubiertos reutilizables que uso para comer ligero algunas noches. Al lado derecho de la cama, en el piso, está la mochila grande abierta de par en par. Más pegada a la cama está la maleta en la que cargo la tecnología. Eso es todo lo que traigo conmigo en esta vida nómada.
En el viaje que inició hace cuatro semanas he sentido que estoy llevando equipaje de más. En parte se debe a que tengo el equipo con que planeaba hacer la cumbre del Nevado del Tolima en Semana Santa ―algo que finalmente no hice, porque el volcán Nevado del Ruiz, ubicado en el mismo Parque Nacional, quiere estallar de nuevo―, y en parte porque quizás me excedí al empacar la última vez. ¿Cómo mides el exceso de equipaje?, te estarás preguntando. En realidad es algo fácil de saber: me sobran aquellas cosas que no uso o que uso poco. Porque sí: es posible tener en exceso, aunque se tenga poco.
La gente que me encuentro en el camino suele preguntarme qué es lo que más extraño de la vida sedentaria. Imagino que esperan que les diga que echo de menos mi cama o mi almohada o la diversidad de mi armario o tener nevera o cocinar en el apartamento o seguir una rutina estable o incluso estar con mi gente cercana. Pero, para ser honesto, no extraño nada de eso mientas recorro Colombia. Y no ocurre porque haya alcanzado un estado de desarraigo y desprendimiento absoluto ―¡no estoy ni cerca!―, sino porque me adapto a las nuevas circunstancias. He aprendido que es clave pensar en las posibilidades que se abren con lo que tengo a la mano en vez de concentrarme en lo que he perdido (aunque en este momento quisiera tener un clóset en donde organizar todo este desorden).
Más que desprenderme de mis pertenencias, lo que más me costó fue acostumbrarme a la idea de que iba a dejar de tenerlas y de que abrazaría una vida de incertidumbre. Los últimos días que estuve en el apartamento en donde viví por casi seis años fueron más difíciles de lo que pensé. Me embargó un sentimiento de nostalgia que no había previsto venir y que me permití sentir. En ese momento no entendía cómo iba a vivir sin mi biblioteca de casi 800 tomos que consultaba con frecuencia. Pero a los pocos meses aprendí a viajar con los libros que estoy leyendo y a leer más por internet. La adaptación fue ―y sigue siendo― la clave de la supervivencia.
Si antes de empezar la vida nómada en febrero de 2021 hubiera tenido que ubicarme en un espectro que fuera del minimalismo al consumismo, me hubiera puesto más cerca del primero que del segundo. Quizás el título de persona de consumo moderado me hubiera quedado bien. Ahora, como podrás imaginarlo, compro menos y soy un consumidor más consciente. Ser nómada digital me ha exigido dejar de comprar cosas que no puedo cargar y preferir la calidad antes que la cantidad. En los últimos meses solo he comprado equipo que me hacía falta para las caminatas y algo de ropa para reemplazar lo que ya estaba viejo o dañado.
Al revisar Bluecoins, la aplicación en la que llevo el registro de mis gastos diarios, veo que he logrado reducirlos a lo esencial: hospedaje, alimentación, transporte, aseo, salud, diversión, viaje. A pesar de que me muevo con frecuencia, mi presupuesto de viaje no es demasiado grande, si se entiende que en él solo debo incluir los sobrecostos o gastos adicionales en los que incurro al hacer algo.
Mi plan de hace dos días fue, por ejemplo, caminar de Pijao a Buenavista, un pueblo a 12,5 km. Allí almorcé en uno de los miradores que permiten entender el nombre del lugar y retorné en la moto de alguien que se ofreció a traerme. Sobrecosto de la experiencia de viaje: $0. Gasté lo que mismo que hubiera gastado si no hubiera salido de Pijao o si siguiera viviendo en Bogotá (recuerda que pago el hospedaje en hoteles con el dinero que liberé al entregar el apartamento). Así que muchas de mis experiencias de viaje son a cero (sobre) costo o muy bajo costo, sobre todo cuando estoy puebleando.
Lo que sí ha cambiado mucho es la forma en que invierto mi tiempo. En general, el tiempo de nuestra vida adulta se va en dos cosas: trabajo y ocio. Trabajo entendido como el tiempo que ponemos a disposición de otros para hacer lo que nos pidan y nos recompensen por ello, y ocio como el tiempo que dedicamos a lo que nos dé la gana porque así lo quisimos. Visto así, en los últimos dos años he dedicado mucho más tiempo al ocio que al trabajo y creo que eso ha sido un factor fundamental para explicar por qué me he sentido más vivo y tranquilo. Hace más de una década que no me dedicaba tanto tiempo a mí mismo y a hacer lo que me gusta. Para no ir más lejos, la existencia de esta newsletter que tanta dicha me da es producto de todo este proceso. En mi vida anterior, más ajetreada y estresante que la de hoy, no hubiera tenido el tiempo ni la cabeza para hacerlo.
Obviamente, esta vitalidad y tranquilidad ha tenido su precio: ganar menos dinero. Lo maravilloso, en mi caso, es que ha sido una situación “voluntaria”, en el sentido de que he decidido no buscar más trabajos y aprender a vivir con lo que gano (que tampoco es tan poquito ―al escribir esto reconfirmo lo privilegiado que soy―). Así que prefiero ganar menos de lo que podría y tener más tiempo para mí que trabajar en algo adicional que me genere malestar, aunque me dé plata. Mi apuesta a futuro es generar recursos suficientes a través de lo que amo hacer. Y sabes que estoy trabajando en ello.
Toda esta retahíla me lleva a pensar que el discurso minimalista quizás hace demasiado énfasis en el consumo consciente y el desprendimiento material, pero deja de lado un proceso paralelo y complementario: ser más conscientes de cómo invertimos nuestro tiempo, a qué porción de él estamos dispuestos a renunciar y a qué precio. ¿No lo crees?
Me encantaría seguir hablándote de mi experiencia minimalista, pero ya se me está haciendo tarde para salir a caminar e imagino que ahora que se acerca el nacimiento de tu niña tienes menos tiempo para los amigos y no quiero acapararlo todo. Quedo muy atento a tu respuesta.
Un abrazo,
Óscar Iván
Esperen la carta de Carlos el domingo 23 de abril a través de su newsletter Sunday Service. Suscríbanse aquí.
Para seguir explorando el minimalismo
Minimalismo 1.0: si apenas acaban de llegar al minimalismo, la mejor introducción al tema es el documental The Minimalists: Less Is Now con Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus (disponible en Netflix). Allí no solo explican qué es este estilo de vida, sino cómo todos podemos incorporar algo de él (en alguna medida).
Minimalismo 2.0: para acercarse al tema desde el desprendimiento y el orden, vean la serie documental Tyding Up con Marie Kondo (también en Netflix). Algo que me gusta de esta serie es que adapta los principios básicos a distintos contextos, como riqueza o pobreza, soltería o vida en pareja, y duelo por la pérdida de un ser querido.
Minimalismo 3.0: si son más de podcast que de productos audiovisuales, escuchen los episodios “Minimalismo. Ser feliz con menos” o “Introducción al minimalismo”, de Se Regalan Dudas. Y recomiendo escuchar uno u otro, no solo porque se parecen en esencia, sino porque se repiten ideas y anécdotas. Algo inevitable cuando tienes un podcast bisemanal con 348 episodios publicados…
Si les interesa conocer más de mi experiencia con el minimalismo, les invito a consultar la serie Vida nómada que publiqué en el laboratorio creativo Peces fuera del agua; allí hablé, entre otras cosas, de mis primeras experiencias viviendo con lo básico (Volver a la vida sencilla), el proceso de desprendimiento del apartamento (Dejar atrás) y lo que traigo conmigo (Equipaje para una vida nómada).
In medias res
Les dejo un brochazo de cómo luce la arquitectura tradicional de Pijao, cuyo nombre rinde homenaje a la tribu indígena que habitó la región. Aquí la vida transcurre sin ruido ni afán, por lo cual el movimiento italiano Cittá Slow le otorgó el premio Ciudad Sin Prisa. Conozcan más de su historia y riqueza natural aquí.
Cinema nómada
La semana pasada volví a ver Amazona, un documental de 2016 que gira en torno de la relación madre-hija de Val ―quien dejó atrás a sus hijos para recorrer la Amazonia― y Clare ―quien va a ser madre primeriza y decide confrontar a Val por sus decisiones pasadas―. Aunque la obra me dejó pensando sobre muchas cosas ―la maternidad, el desprendimiento, el egoísmo, etc.―, quiero compartirles unas palabras de Val que me llegaron al alma (ya verán por qué):
Remando en nuestra canoa, mi pareja Miguel y yo empezamos un viaje de más de 1.500 km por los ríos Yaricaya y Putumayo, hasta el gran río Amazonas.
Creíamos que los peligros en el camino no son nada más ni nada menos que los peligros que existen en la vida. Cuando nos negamos a tomar riesgos y cerramos la puerta a lo inesperado, a lo desconocido, sofocamos nuestra vida, y nuestra existencia se convierte en una aburrida rutina.
El vicio de escoger siempre lo seguro ahoga nuestra vida y es un insulto a nuestra energía vital, que se renueva cada vez que confiamos en ella, cada vez que tomamos un riesgo.
De ahora en adelante, la canoa sería nuestro hogar. Habíamos dejado todo detrás. No pude evitar sentir una estimulante sensación de libertad, mientras resurgió en mí un recuerdo profundo, que me invadió y se apoderó de mí… ¡Éramos nómadas de nuevo!
La vi gratis en RTVCPlay.
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Recuerdo muchísimo a Óscar, quien ha sido un huésped privilegiado, habitando un espacio muy grande (dos ambientes con tres camas dobles), en Casa Victoria Pijao. Contando que unos cuantos dias antes, se refugió en una habitación con una sola cama doble. Me alegró cuando comenzó el traslado de pertenencias a una habitación más amplia.
Además, El aroma del delicioso café hecho en la cafetera disponible para cuatro tacitas que era degustado con calma.
Recorrer los senderos llenos de sorpresas y sin señalización, me sorprendió la calidad de caminante pues me proporcionó algunas rutas para otros nómadas que lleguen a Pijao.
También, la facilidad que tenía algunos habitantes de Pijao congraciarse con Óscar, en recibir las manifestaciones de saludo. En pocos días hizo muchos amigos.
Hola Óscar! Mi hija Adriana, me ha regalado un libro que debo devolver, lo compró en a Feria del Libro, y la idea es contar cosas mías, uy íntimas,para darlas a conocer!A cosa difícil, porque o no lo recuerdo o no sé cómo responder con tanta pregunta. S)