Hay una máxima que dice así: “No escribimos sobre lo que sabemos, sino sobre lo que queremos aprender”.
Aunque aplica para todos los mensajes que he enviado en esta newsletter, en la construcción del anterior ―la carta abierta para Carlos Arroyo― ocurrió algo especial.
No solo comprendí mejor los principios del minimalismo, sino que también me hizo preguntarme sobre algo que estaba pasando por alto: ¿estoy utilizando de forma sana y responsable el tiempo libre que he ganado con mi decisión de simplificar la vida?
La respuesta a la que llegué es no (o al menos no del todo).
Digo ésto, porque podría tener un mejor consumo inmaterial.
Déjenme explicarles.
El consumo inmaterial se refiere al uso y disfrute de servicios, experiencias y otros bienes intangibles, como la educación, la cultura, el entretenimiento, la salud y el bienestar emocional. En últimas, tiene que ver con cómo utilizamos nuestro tiempo.
Desde que me convertí en nómada digital, siento que gasto más tiempo del necesario frente a las pantallas. Desde luego, no me refiero al tiempo que dedico al trabajo y a la creación mediada por la tecnología, sino al tiempo de ocio que dedico a consumir productos digitales como aplicaciones, páginas web y redes sociales.
Quizás viajar solo haya reforzado este proceso, pues los tiempos de espera y los tiempos que quedan entre una actividad y otra los tiendo gastar en el celular. Si estuviera viajando con otras personas ―pienso―, podría hacer algo con ellas, desde tener una charla corta hasta tomarme un café.
(Obviamente, también podría llamar a alguien por celular en los cambios de actividad, pero no lo hago ―sí me comunico mucho por chats individuales y grupales, pero ustedes saben que la profundidad e intimidad de esas conversaciones no es la misma―)
Otro aspecto importante tiene que ver con haber volcado mi proceso creativo hacia productos que se crean, distribuyen y consumen en el mundo digital. Hablo, en especial, de esta newsletter y de lo que hacemos en Peces fuera del agua.
Las redes sociales ―una de las fuentes principales de distribución de los productos digitales― son una trampa de la cual es difícil escapar. Uno entra a publicar un post para promocionar lo que ha hecho y cuando menos se da cuenta ya lleva media hora o una respondiendo comentarios para alimentar al algoritmo o viendo lo que otros han publicado… Este diseño deliberado para hacer que pasemos el mayor tiempo posible dentro de ellas fue desvelado por el documental The Social Dilemma.
El punto es que la escritura del mensaje anterior sobre el minimalismo como estilo de vida me llevó a descubrir un concepto afín y complementario: el minimalismo digital.
De acuerdo con Carl Newport, autor de un libro sobre el tema, “el minimalismo digital es una filosofía que nos ayuda a cuestionarnos qué herramientas de comunicación digital añaden valor a nuestra vida y cuáles se lo restan”. En otras palabras, el minimalismo digital es la ampliación del minimalismo (material) al campo de la tecnología y el consumo inmaterial.
Bajo esta perspectiva, ¿podemos ser consumistas “inmateriales”? ¡Claro que sí! Podemos tener un consumo poco saludable de series de televisión, películas, libros, podcast, newsletters, medios, etc.
Hoy en día, creo tener un consumo inmaterial moderado, aunque la construcción de esta reflexión me llevó a eliminar unas cuantas suscripciones a newsletters y me hizo pensar que, antes de la pandemia, consumía en exceso información creada por medios de comunicación (lo confirmé al releer este texto que escribí el año en que todo cambió).
A partir del jueves pasado, inicié un proceso de simplificación de mi consumo digital para hacerlo más saludable y enriquecedor; con más éxito en unas acciones que en otras, he probado lo siguiente:
Desactivación de notificaciones (la idea es consultar qué ha pasado en las redes sociales cuando uno las abra en vez de abrirlas cada vez que “pase” algo).
Eliminación de perfiles “duplicados” en redes sociales (seguía a personas o proyectos en dos o más redes sociales, o a perfiles “equivalentes” ―por ejemplo, de medios de comunicación―, lo que hacía que terminará consumiendo la misma información dos o más veces).
Eliminación de perfiles que no agregan valor (cada quien debe decidir qué significa para sí mismo “valor agregado” y actuar conforme a ello).
Vencimiento del FOMO (fear of missing out) o el miedo a perderse algo importante o emocionante que otros están experimentando. Suele estar relacionado con el uso de las redes sociales y la necesidad de estar conectado en todo momento, pero también aplica a eventos sociales, como fiestas, conciertos y viajes.
Limitación del uso de las redes sociales y otras aplicaciones a ciertos momentos u horas del día (por ejemplo, después de cada comida principal o al terminar las tareas más importantes).
Práctica de hobbies que no requieran el uso de tecnología, como la escritura a mano, la lectura de libros impresos, la elaboración de collages, las caminatas al aire libre, el tejido, la meditación, la jardinería, la cocina, etc.
Establecimiento de momentos del día sin pantallas (por ejemplo, durante las comidas principales, sin importar que sean en solitario o en compañía, o en las caminatas por la naturaleza).
Activación del modo avión antes de dormir (o incluso un par de horas antes, como recomiendan los especialistas).
Realización de una sola actividad en cada momento, lo cual implica una concentración plena y la renuncia a la consulta del celular hasta que terminemos.
Estar plenamente con otros, mejor si es cara a cara.
Me gustaría saber cómo es la relación de ustedes con la tecnología; en especial, quisiera que me contaran si habían oído hablar del minimalismo digital y si realizan algunas de las acciones mencionadas ―u otras―. Pueden hacerlo en los comentarios de abajo o por mail. Me harán muy feliz.
Con cariño,
Óscar Iván
Pijao, Quindío
Cinema nómada
Lo diré sin rodeos: Expedition Happiness, un documental que aparece recomendado en muchos listados de películas de viaje, me decepcinó bastante. Y lo hizo por varias razones: su estética de Instagram (odié cada vez que Felix o Selima le hablaban a la cámara en estilo selfie), el descuido en la construcción de la tensión narrativa (los obstáculos del viaje aparecen sin previo aviso, aunque hayan sido efecto de procesos que se fueron formando en el tiempo) y, sobre todo, la concepción romántica que la pareja tiene del viaje: una experiencia de felicidad. No: el viaje, al igual que la vida, no es (solo) felicidad. Esa interpretación errada es la que los lleva a derrumbarse, como niños consentidos, cada vez que aparece un impasse en el camino. Un título más acertado para la película y la experiencia hubiera sido Growth Expedition. Lo que más me gustó fue su banda sonora (creada por Selima) y su argumento: una pareja alemana adecua un bus escolar como hogar para recorrer Norte y Centro América (spoiler: no lo logran, porque el viaje no resultó tan “feliz” y fluido como ellos lo habían imaginado).
Avisos parroquiales
Este domingo, Carlos Arroyo responderá en su newsletter Sunday Service la carta que le envié hace ocho días. Suscríbanse aquí.
En Escucha Podcast # 73, una newsletter sobre podcast en español, publiqué una reflexión acerca de lo que significa la experimentación en el podcast. Léanla aquí.
El próximo martes a las 6:30 pm COL, en la Comunidad de Oyentes de Peces fuera del agua hablaremos con La No Ficción (COL) sobre No Monógamos, un podcast acerca de relaciones no convencionales que hizo con Podimo. El evento es gratuito y online. Anótense aquí.
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Ando trabajando en lugares sin mucha señal y hoy me estoy desatrasando jeje
Muchas gracias por tu reflexión de hoy y por compartir las cosas que has empezado a hacer. Yo espero que, a costa de repetírmelas, pueda aplicarlas de forma natural.
Es un tema que me interpela bastante. No sabes las páginas en mi diario que he "gastado" analizando el por qué uso tanto el celular por ansiedad o qué reglas me invento esta vez que solo sigo un mes y luego, a lo mismo.
Casi siempre, para no torturarme, vuelvo a la idea de que igual lo disfruto y puedo sacarle provecho. El problema es que quisiera que solo tuviera provecho y no los sobrantes negativos: el mirar por mirar la pantalla, el perderme la vida aquí afuera, el dejarle afectar por comentarios de desconocidos...
Es un buen punto el que mencionas de uno hacer algo que disfruta, que puede ser tanto la newsletter como en mi caso bordar, pero sentir necesario el uso de redes para compartirlo. Como que uno no acepta que la belleza se quede solo con uno. Hay algo, paradójicamente, entre altruista y egoísta al querer compartirlo.
En fin, que me extendí!
Saludos!