Empecé a promover clubes de lectura y de cine desde que era un estudiante universitario. El primero que recuerdo fue un cineclub que armamos con compañeros y compañeras de la carrera de Economía. Debía ser el año 2004 ó 2005 cuando, con la idea de proyectar películas, logramos que las directivas de la Facultad nos prestaran uno de los pocos auditorios que en ese entonces tenía videobeam. Las películas eran copias ilegales que comprábamos por el equivalente a un dólar en los mercados informales de la Universidad Nacional o de sus inmediaciones en Bogotá. El cineclub era el plan de los viernes en la tarde y nos permitió explorar un portafolio de cine independiente y clásico que hoy envidiarían Netflix, HBO MAX y Disney+. De los ciclos cortos que hicimos sobre la obra de algunos cineastas, mis favoritos fueron los de Alfred Hitchcock y Stanley Kubrick.
Años después, quizás hacia 2015 ó 2016, una amiga y yo inventamos un espacio mensual en el cual leíamos un libro y veíamos una de sus adaptaciones al cine. En esos encuentros presenciales —que llamábamos librocineclub— estuvimos más de un año y medio; al final, tuvimos que aceptar una verdad que intuíamos desde antes de empezar: los libros son superiores a las películas, salvo contadas excepciones. En algunos casos, la película es igual de buena al libro, como ocurre con El club de la pelea, de David Fincher (1999), y en otros la adaptación ayuda a entender mejor la obra que la inspiró, como nos pasó con Pedro Páramo, de Carlos Velo (1966) (el mismo Juan Rulfo decía que su libro se entendía con la tercera lectura). Otras veces, para nuestra decepción, la película tenía poco o nada que ver con el libro, como fueron los casos de Extraños en un tren, de Hitchcock (1951), y Plata quemada, de Jorge Ferrari (2000).
En 2021, con la gente del laboratorio creativo Peces fuera del agua lanzamos la Comunidad de Oyentes, un espacio digital que reúne a amantes de los podcasts. El proyecto nació con la intención de promover el diálogo entre oyentes de Latinoamérica y España, pero pronto productores de audio se sumaron a la conversación. Aunque la Comunidad primero apostó a encuentros online, con el tiempo se le han sumado otras actividades, como el chat de WhatsApp, la creación de contenido y la curaduría de podcast (ahora mismo estamos en el proceso de seleccionar nuestros podcasts más queridos en español).
Y ¿de qué van estas memorias?
Las traigo a colación gracias a una de las ideas que más me quedaron resonando de Sapiens, el libro de Yuval Noah Harari que comenté en el mensaje pasado de Quietud y Movimiento. En el capítulo 18, “Una revolución permanente”, el autor explica cómo en los últimos siglos el Estado y el mercado han asumido las funciones que históricamente habían tenido la familia nuclear y la comunidad local. Así, en las sociedades premodernas, éstas eran las unidades básicas de organización social y económica y, por tanto, tenían la responsabilidad de proporcionar —entre otras— seguridad y protección física, ciudado y apoyo emocional, así como asistencia económica y financiera.
El Estado y el mercado se aproximaron a la gente con una oferta que no podía rechazar [afirma Harari]. «Convertíos en individuos —decían—. Casaos con quien deseéis, sin pedirles permiso a vuestros padres. Adoptad cualquier trabajo que os plazca, incluso si los ancianos de la comunidad fruncen el entrecejo. Vivid donde queráis, aunque no podáis asistir cada semana a la cena familiar. Ya no dependéis de vuestra familia o vuestra comunidad. Nosotros, el Estado y el mercado, cuidaremos de vosotros en su lugar. Os proporcionaremos sustento, refugio, educación, salud, bienestar y empleo. Os proporcionaremos pensiones, seguros y protección.»
A pesar de que la literatura romántica suele presentar al individuo como alguien que lucha contra estas nuevas instituciones —continúa Harari—, “nada podría estar más lejos de la verdad”: “El Estado y el mercado son la madre y el padre del individuo, y el individuo únicamente puede sobrevivir gracias a ellos”. Pero estas nuevas instituciones son padres mezquinos e imperfectos que muchas veces dejan a sus crías desprotegidas y aisladas. En el escenario actual de desintegración social y familiar, ¿qué salidas nos quedan?
Harari propone que las comunidades imaginadas proporcionan parte del apoyo emocional y los lazos tribales que antes estaban a cargo de la familia y la comunidad. Las comunidades imaginadas son grupos de personas que en realidad no se conocen, pero que se imaginan entre sí y definen parte de su identidad por la pertenencia al grupo. Harari tiene en mente comunidades de cientos, miles o incluso millones de extraños que se agrupan bajo un relato común, como la idea de nación, los equipos de fútbol o las estrellas de la música. No obstante, siento que el concepto también se puede aplicar a grupos mucho más pequeños de personas que se ponen en contacto y dialogan en persona o a través de la web.
Visto en retrospectiva, entiendo que los clubes de lectura, cine o podcast en los que he participado son las comunidades imaginadas que he elegido a voluntad y algunos de los espacios en donde me siento entendido, apoyado y acompañado. Son lugares seguros, como dice Emerson Erazo, el amigo que me ha regalado el audio, sobre los clubes de escucha de sus proyectos más queridos: La No Ficción, Radio Ambulante y Peces fuera del agua.
En lo personal, y quizás por mi naturaleza intelectual y pacífica, siento una inclinación mucho mayor por comunidades que giran alrededor del consumo y la creación de productos culturales que por las vinculadas a deportes, naciones, religiones y partidos políticos. Me atrae más aquello que une y dialoga que aquello que divide y cancela. Pocas cosas me parecen tan absurdas como los conflictos ligados a camisetas, banderas, dioses o líderes partidistas.
Como nómada digital que navega las aguas de esta sociedad líquida, pienso que las comunidades imaginadas, tanto las físicas como las digitales, juegan un papel relevante en nuestras vidas. Las migraciones, la deslocalización del trabajo y la internacionalización de las empresas son algunos de los procesos socioeconómicos que rompen los lazos familiares y de amistad que fueron tan importantes para las generaciones de nuestros padres, abuelos y tatarabuelos. Ahora es más difícil conservar durante toda nuestra trayectoria vital las relaciones sociales que fueron significativas en etapas previas de nuestras vidas y con frecuencia debemos alejarnos físicamente de nuestras familias y amigos cercanos. Las comunidades imaginadas son una nueva especie de familia —una elegida— que nos abraza y suelta a medida que la vida avanza y, por eso mismo, conviene ser parte de una. O de varias.
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Súmate al encuentro online de hoy jueves con la gente de ‘Relatos Ñeros’
‘Relatos Ñeros’ es un podcast ajisoso que cuenta historias del barrio. Hoy a las 6:30pm COL | 8:30 pm ARG nos reuniremos con su equipo productor para hablar sobre el show que nos tiene emocionadísimos en la Comunidad de Oyentes. Haz clic aquí para sumarte al encuentro.
¿En qué ando?
Leyendo. Nexus. Breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA. Ya voy por la mitad del nuevo libro de Harari, y estas son mis primeras impresiones: 1) es más largo de lo que sus tesis necesitan; 2) es más robusto y blindado que Sapiens (debe ser muy duro estar tan expuesto a la crítica), y 3) presenta un modelo de los sistemas de información que parte de las ideas planteadas en Sapiens, pero las trasciende. En ese sentido, sí es una obra nueva y sugestiva. En la página 240, donde voy, apenas va a empezar a hablar de la IA... Lo que viene es lo que más me interesa, aunque fueron muy sugestivas sus reflexiones sobre religión y ciencia, y democracia y autoritarismo en términos de redes de información opuestas. Estaré informando los avances por aquí.
Viendo. Aguirre, la ira de Dios, de Werner Herzog (1972), y El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra (2015). La Facultad de Turismo de la Universidad Externado de Colombia me invitó a liderar el Café Viajero, un espacio digital en el que conversamos con profes sobre temas relevantes para los viajes y el turismo. En el segundo encuentro mensual, analizamos dos películas en clave de conquista del territorio y de exploración de la sabiduría ancestral, respectivamente. Ambas pelis son muy recomendadas y están inspiradas en personajes y hechos reales, aunque no tienen la pretensión de ser fieles a la historia.
Recorriendo. Jardín, Antioquia. Este es un pueblo patrimonio en las montañas del suroccidente antioqueño; es un lugar ideal para las personas a quienes les gustan las caminatas por la naturaleza y los baños en cascadas. También se pueden conocer los procesos de producción de café y miel. A mí me atrajo la tranquilidad del pueblo y el frío de sus noches y amaneceres, aunque estos días ha llovido poco y ha hecho mucho calor (me dicen que es tanto el sol que incluso se han perdido cafetales).
Quietud y Movimiento es una newsletter quincenal sobre viajes, literatura y tecnología desde la perspectiva de un nómada digital. Puedes consultar el archivo completo y leer otros de mis trabajos en el laboratorio creativo Peces fuera del agua. También puedes seguirme en Instagram y Twitter. Ya van 60 mensajes y ya somos más de 600 suscriptores. ¡Gracias por acompañarme en este viaje!
Buenas reflexiones. Las comunidades imaginadas me resuenan como aquellas personas, grupos... que habitan nuestra mente y son parte de nuestras conversaciones y claramente de nuestra vida que aparte de materializarse en realidades imaginadas, también pueden ser ficciones colectivas.
Siempre es una alegria leer esta Newsletter. Y me alegra tanto saber que mi amigo Óscar Iván se acuerda de frases y expresiones que yo uso refiriendome a esas Comunidades Imaginadas o nuevas especies de familia que construimos alrededor de la escucha colectiva de historias en audio.