¿Viajas solito?
Los viajeros en solitario solemos tener experiencia previa en la ruta y capacidad para disfrutar de nuestra propia compañía
Hola, les saluda Óscar Iván Pérez H. y les doy la bienvenida a Quietud y Movimiento, una newsletter sobre viajes, teletrabajo y cultura digital. Hoy les hablo de los pros y contras del viaje en soledad.
No hubiera podido empezar a viajar solo si antes no lo hubiera hecho en compañía. Viajar es un arte que se domina con la práctica y es mejor aprenderlo al lado de otros. Mucho mejor si ellos tienen más experiencia que tú y pueden convertirse en tus maestros. Así hice yo. Mi primer viaje largo e internacional lo planeé con Juan C. Herrera, con quien compartía el interés y la necesidad por salir a conocer el mundo. La idea era dar una vuelta de cuatro meses por Sudamérica en 2011. “Yo arranco en septiembre –me dijo Juan C., unos meses antes en un momento de incertidumbre–. Sería chévere que usted viniera, pero si no puede, me voy solo”. Yo no podía decir lo mismo: no tenía la confianza suficiente para hacerlo. “Si no es en compañía, no viajo”, pensé. La travesía inició en Leticia, en la frontera que traza el río Amazonas entre Colombia y Brasil, en la fecha planeada y con un integrante adicional que se juntó a última hora: Juan Pablo Jaramillo. Así arranqué la experiencia con mis dos amigos más cercanos. Un regalo que nos dio el viaje, incluso antes de empezarlo.
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A los dos meses, el grupo de tres ya era de dos, y un mes después, el grupo de dos ya no existía. Juan Pablo decidió viajar más despacio, así que se despidió de nosotros en Argentina, y Juan C. acordó encontrarse en La Paz, Bolivia, con quien era su novia. “Si quiere viajar con nosotros, bienvenido”, me dijo en el norte de Chile. “Todo bien. Yo sigo por mi cuenta”, le respondí, si ningún raye, ni duda, ni queja. Para ese entonces ya había aprendido a moverme, no quería ser el violinista del reencuentro y, además, no me iba a quedar solo: seguiría el recorrido con Tah Mina, una alemana de ascendencia pakistaní que llevaba cerca de dos semanas viajando con nosotros. En total, viajé con ella un mes y medio. Y luego viajé con Marco, un italiano amante de los deportes, unas dos o tres semanas. Con ella recorrí Chile y Bolivia; con él, Perú. Ecuador lo conocí solo.
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Hay muchas formas de encontrar compañeros mientras se está en la ruta. La que más usé en mis primeros viajes en solitario fue alojarme en hostales, pues me facilitaba conocer gente en los múltiples espacios compartidos: el cuarto, el restaurante, el living room y, sobre todo, ¡el bar! (los hoteles, en cambio, son pésimos lugares para hacer amigos, porque cada quien está encerrado en sí mismo o en su propio grupo de amigos). Si lo que se busca es conocer locales –es decir, gente de la ciudad o el país que se visita–, lo que más recomiendo es optar por Couchsurfing o Airbnb. En mi viaje nómada lo que he hecho para no estar solo es visitar amigos o familiares en lugares que me parecen interesantes, conocer gente en tours o estar abierto para compartir con locales (tengo un par de historias chéveres con ellos que les contaré en otro mensaje).
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Al viaje en solitario le debo muchísimo en el largo proceso de lucha contra la timidez. Un viaje te saca de la zona de confort y todavía más si es en solitario. Por definición, no hay nadie al lado tuyo que pueda solucionar los problemas o tomar las decisiones del día a día. Todo –absolutamente todo, lo grande y lo pequeño– depende de ti. Incluida la socialización y la solución de las dudas que surjan, desde luego. Viajar me enseñó a perder el miedo a hablar con desconocidos y a sentirme más cómodo, menos ansioso, en las interacciones sociales. Cuando se viaja en grupo, las personas tímidas solemos apoyarnos en las personas más osadas. Eso me pasó en ese primer viaje con Juan C. y JP.
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Viajar solo ha reforzado mis rasgos de introspección. El viaje en solitario es un viaje a tu interior y más vale que aprendas a disfrutar de tu propia compañía. Sí, es verdad que hay muchos distractores –el celular, el computador, el televisor, etc.–, pero siempre hay un común denominador: tú estás ahí. Como dice el refrán, “no importa qué tan lejos vayas, nunca podrás escapar de ti mismo”. Disfruto mucho de mis planes en solitario, planes que en el contexto del viaje incluyen salir a caminar, escuchar podcasts, tomar fotos, explorar restaurantes, visitar los alrededores, conocer los atractivos culturales, escribir en el diario, leer libros, posts y newsletters, etc. Hoy en día, más que estar conmigo, lo que más me cuesta es estar con otros por mucho tiempo.
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Si tuviera que elegir el aspecto que más me gusta del viaje en solitario, diría que es –sin duda– la autonomía que uno tiene para diseñar la ruta y llenar la agenda de cada día. Cuando se viaja solo no hay que negociar con nadie las decisiones clave: en dónde dormir, qué comer, a qué hora salir, cuánto dormir, qué hacer, cómo hacerlo, cuántos días quedarse, etc. Simplemente uno hace lo que quiere y como quiere. En soledad se evita la fricción de la negociación, es verdad, pero –para hacer honor a la verdad– también puede aumentar la probabilidad de tomar decisiones equivocadas, ya sea por omisión o por inclusión de planes. Un ejemplo en favor del viaje en compañía: en Semana Santa de 2021, junto a Juan David González, el parcero que me hospedaba en Santa Marta, Magdalena, hice el trekking a Ciudad Perdida. Fue su idea. Y resultó ser una experiencia retadora y fascinante que marcó el inicio de mi pasión creciente por las caminatas largas en espacios naturales. Sin la insistencia de Juanda, no hubiera hecho la caminata, así que muchas gracias a él y mil puntos para el viaje con otros (también podría mencionar algunos planes grandes y pequeños que hice por iniciativa de otros y que no valieron la pena…).
Te puede interesar: Mi crónica sobre la construcción de paz y el desarrollo local en Ciudad Perdida publicada por el periódico El Tiempo.
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Son muchos los planes que he aprendido a hacer y a disfrutar en solitario: desayunar, almorzar o comer; ir a cine, teatro o exposiciones de arte; salir de compras o a hacer mercado; caminar por la ciudad y los alrededores; movilizarme en transporte público; o unirme a un tour de uno o varios días. Sin embargo, hay un plan que todavía me cuesta muchísimo hacer solo y es salir de fiesta. No importa que se trate de ir al bar de la esquina, el club de moda en la zona rosa o el festival internacional de música electrónica: me siento incómodo yendo sin compañía, todavía más si es en Colombia. Por eso, cuando estoy solo, suelo permanecer en el hotel por las noches, sin importar qué día sea. ¿Por qué me cuesta tanto salir de fiesta así? Pienso que se debe al rezago de timidez que aún me queda y, sobre todo, a la mirada inquisidora de la gente…
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“¿Viajas solito?”. La gente que me topo en el camino me hace mucho esta pregunta, en especial los locales y quienes no son viajeros. Por lo general, la pregunta no es neutra; el tono que usan no es el mismo que cuando dicen “¿Cómo está?” o “¿El café se lo toma con o sin leche?”. No: en la pregunta muchas veces siento un juicio implícito. Supongo que algunos pensarán que viajar solo es inseguro o que el viajero solitario es un alma perdida en medio de un mundo sobrepoblado. Toda una paradoja. Si siento ésto como hombre, no me imagino lo que podrán experimentar las mujeres que se atreven a hacerlo… También existen las personas del otro tipo: quienes ven en nosotros rasgos de valentía, determinación y autosuficiencia. Ese es mi pensar, desde luego. Para ser sincero, la pregunta que yo me hago es la contraria: ¿Cómo hace la gente para viajar por varias semanas o meses en grupo? Toda mi admiración para quienes lo saben hacer. ¡En serio!
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El mensaje de hoy no pretende ser una oda al viaje en solitario. Para nada. Intento ser lo más objetivo que puedo en la relación de sus pros y contras, aunque ya conocen mi inclinación por vagar “solo” por el mundo. Sin embargo, si me preguntan cuál es el mejor viaje de todos, diría que es aquel en el que se alternan continuamente periodos de soledad con periodos en compañía. Así viajo, de hecho, en esta vida nómada. Estas palabras las escribo el martes 14 de marzo en la casa de mi padre en el norte de Bogotá en donde he estado casi tres semanas. El jueves viajaré a Cali, Valle del Cauca, con el fin de continuar hacia Popayán, Cauca, para asistir a una celebración familiar. La semana siguiente tengo pensado ir, solo, al Eje Cafetero. En Semana Santa me encontraré con Juan C. y Juan Pablo –la vida es circular, ¿no?– para hacer un viaje épico del cual les hablaré después. Y luego no sé qué pase. Y eso me fascina.
Con cariño,
Óscar Iván
Cali, Valle del Cauca
Consejos para viajar seguro en solitario y disfrutarlo al máximo
Infórmate con anticipación sobre el estado del orden público de los lugares a donde quieres ir.
Pide el servicio de transporte por medio de alguna app o empresa y sigue la ruta en Waze, Google Maps o aplicaciones equivalentes, todavía más si es de noche.
Siempre mantén informada a tu gente cercana acerca de tus movimientos.
Llega a los nuevos sitios con luz día.
En los cambios de alojamiento o de lugar, nunca sueltes tu maleta de mano y lleva ahí todo lo importante.
Sonríe y haz contacto visual con la gente. Eso facilita el diálogo y la interacción.
Contacta previamente a conocidos y contactos que vivan en los lugares a donde vas. Ellos te puede acompañar algún día u orientar en el destino.
Pide abiertamente consejos en redes sociales sobre cómo viajar por el lugar que visitas (de esta forma no solo recopilarás información valiosa, sino que algunas veces conseguirás compañía).
Siempre lleva un libro a la mano, canciones y podcasts descargados en el celular, películas para ver offline en tu laptop y, en general, algo con qué entretenerte en los tiempos muertos.
Mantente abierto a los planes y las personas que el viaje pone en tu camino. Fluye con la experiencia. No te le resistas.
¡ATRÉVETE A VIAJAR EN SOLITARIO!
Una linda sorpresa que recibí el viernes pasado
¡Mi experiencia y trabajo como nómada digital fue recomendado en la newsletter de Radio Ambulante! La noticia me alegró mucho no solo porque el boletín tiene mucho prestigio y alcance (de hecho, aprovecho para darle la bienvenida a las personas que llegaron gracias a eso), sino porque le tengo mucho cariño a ese proyecto. Radio Ambulante fue el primer podcast que escuché, el primero que me hizo pensar “¡los proyectos sonoros son una locura!” y el primero que me hizo soñar con hacer un podcast y experimentar con el audio. Así que, ¡muchas gracias Radio Ambulante y Elsa, por todo y por tanto!
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Está super interesante lo que cuentas porque se trata de una mirada más amplia de la soledad (en los viajes y en la vida) y siento que en nuestra cultura se condena o por lo menos se rehuye eso, el estar 'solito'.
Creo que es peor aún para una mujer, pues es innegable una vulnerabilidad física adicional. No digo que para un hombre no haya peligros, claro. Y, además, también sigue habiendo pedazos de machismo de las mismas mujeres, en general 'señoras', que la miran mal a una si piensa viajar 'solita'.
En general, me gusta viajar tanto sola como en buena compañía, pero si voy sola, admito cohibirme de ciertas salidas en las que me pueda considerar en riesgo. Y eso es una lástima. Ojalá algún día, en especial en Suramérica, podamos caminar más seguros/as de nuestra integridad física.
Viajar solo en definitivo es un reto, desde el momento en que se planea el viaje nos enfrentamos a nuevas expectativas, retos y ansiedad, lo cual se disipa cuando lo vives, y se anhela cuando lo vuelves a recordar los detalles que no se registran en fotos y que solo quedan en la memoria, recuerdos que nadie entenderá por qué los viviste solo.
Desde mi experiencia viajar sola ha sido muy gratificante, ya que se inicia un proceso de autoconocimiento en gustos, manías, costumbres, entre otros, que uno creé no tener, pero que los descubrimos cuando estamos en esa "soledad" con nosotros mismos…
¡Me encanto el post! :)