Hola, los saluda Óscar Iván Pérez H. y les doy la bienvenida a Quietud y Movimiento. Hoy haremos un viaje diferente a los anteriores.
A comienzo del año pasado, Ana María Aragón, la dueña y librera principal de Casa Tomada, me invitó a dictar un taller en su librería. Me dijo que podía proponer el tema, la periodicidad y el número de sesiones que quisiera. En la bibliografía, eso sí, debía incluir títulos a la venta en Colombia y que, ojalá, estuvieran disponibles en su catálogo.
La propuesta me pareció genial, no solo porque aprecio mucho a Casa Tomada, un centro cultural del cual primero fui cliente y luego participante de talleres de escritura creativa, sino porque me permitiría enseñar en un escenario distinto al que conocía. Venía de dictar clases en programas tradicionales de educación superior y ahora era el momento de explorar otras formas de enseñar, como la educación informal y online.
Después de darle vueltas al asunto, me pareció que lo más coherente con mi estilo de vida y mis pasiones personales era dictar un taller de literatura de viajes. A Ana María le gustó la idea y, con su asesoría, acotamos los viajes a Colombia y decidimos armar duplas de libros de ficción y de no ficción a través de los cuales pudiéramos recorrer las regiones del país de occidente a oriente. Así, por ejemplo, atravesaríamos el Pacífico con De río en río, de Alfredo Molano (no ficción), y Esta herida llena de peces, de Lorena Salazar Masso (ficción).
El resultado fue un programa de 10 sesiones quincenales y virtuales que abría con un ensayo panorámico sobre la literatura de viajes (La invención del viaje, de Juliana González-Rivera) y cerraría con una sesión en la que abordaríamos a Colombia como un territorio complejo y biodiverso (Paraísos de Colombia, de Andrés Hurtado). En el intermedio, incluimos títulos de autores ya clásicos como Gabriel García Márquez, Germán Castro Caycedo, Fernando González y Wade Davis, y de clásicos del futuro como Laura Acero y Antonio Ungar. Aquí pueden ver los libros seleccionados:
De las gratas lecciones que muy pronto me dio el taller fue mostrarme que el método que había utilizado para enseñar en programas de pregrado y de posgrado no era el más adecuado para este espacio. Me explico: en la universidad siempre preparé los temas y los expuse paso a paso con el apoyo de una presentación. En el taller intenté hacer lo mismo, pero me di cuenta de que los participantes habían leído con mucha atención los libros y que tenían mucho por decir. Ellos no venían a escuchar una lección dictada por el profesor, sino a conversar sobre las lecturas. ¡Una maravilla! Así que, desde la tercera o cuarta sesión, promoví un conversatorio que guiaba a partir de temas, preguntas y material audiovisual complementario.
Las clases –no importan en dónde se dicten ni de qué sean– dependen de la interacción y la sinergia que se da (o no) entre quienes enseñan y quienes aprenden (unos roles que, dicho sea de paso, no siempre son tan claros como se cree y que cambian de bloque en bloque de un mismo encuentro: todo alumno es un maestro, y todo maestro, un alumno).
La motivación y satisfacción que antes había sentido como participante de talleres y diplomados la pude sentir también como docente de este tipo de programas. Hay un no-sé-qué que surge cuando dos o más personas se reúnen a conversar voluntariamente sobre un tema que realmente les apasiona, como ocurre en estos espacios, y que muchas veces no se da en las clases de programas universitarios en los que algunos de sus participantes se inscriben por obligación o necesidad, no por convicción.
Lecciones de la literatura de viajes (o lo que aprendí dictando el taller)
A partir de un viaje se puede hablar de cualquier cosa. Gabo reconstruyó el último recorrido que Simón Bolívar hizo por el río Magdalena y la Costa Caribe colombiana, pero fue mucho más allá de eso: no solo habló del presente del Libertador, sino de sus éxitos e infortunios pasados que desembocaron en la pérdida de su salud y del poder supremo que alguna vez ostentó. Lo mismo hizo Wade al recorrer el río Magdalena desde su nacimiento en el Páramo de las Papas hasta su desembocadura en Bocas de Ceniza: contó la historia del río y de su gente, claro, pero también la de la Colombia de hoy y la que fue antes de la Conquista.
La ficción es un vehículo para hablar de los seres humanos y las sociedades que crean. A través de un viaje de sur a norte por los ríos de la costa del Pacífico, Alfredo mostró las heridas abiertas de territorios y comunidades negras que han sido saqueadas y violentadas históricamente. Lorena convirtió en personas que sienten, anhelan y lloran las estadísticas de pobreza, desplazamiento y homicidios que Alfredo citó. Y, a través de los artificios verosímiles de la ficción, ella nos hizo revivir uno de los hechos más dolorosos de la historia reciente del conflicto armado en el Chocó. La ficción complementa y fortalece la no ficción.
Todo viaje es en realidad dos viajes. Fernando emprendió un viaje a pie con su amigo Benjamín Correa desde las montañas de los Andes hasta la costa del Pacífico. Su libro, que es un recuento de los pensamientos y reflexiones que le estimularon las conversaciones que sostuvo y los territorios que conoció, más que testimonio de su viaje externo, es prueba de la profundidad de su viaje interno, de su viaje filosófico. Estos dos tipos de viajes también están presentes en la novela histórica de Gabo y las ficciones que leímos.
La literatura de viajes es más que aventuras. Los libros obviamente narran viajes llenos de incertidumbre y emoción, pero, además, son trabajos ambiciosos que se inscriben en disciplinas como la filosofía (Fernando), la antropología (Wade), la sociología (Alfredo), la ecología (Andrés) y el periodismo (Germán y Juliana). Incluso las obras de ficción proponen una lectura profunda de las regiones y comunidades en las cuales se desenvuelve la trama (las ficciones escogidas tuvieron esa particularidad: inventaron personajes que habitan territorios y participan en procesos sociales “reales”, documentados, verídicos). En mi opinión, Lorena hace una etnografía novelada de Chocó y Laura, otra de las comunidades del páramo.
Hay muchas colombias, pero al final es una sola. Las diferencias evidentes que existen entre las múltiples regiones, culturas y comunidades colombianas se hacen comunes, similares, compartidas, por hechos lamentables como la violencia, los negocios ilegales, la corrupción, las desigualdades y la debilidad el Estado, y también por realidades esperanzadoras como la hospitalidad, la solidaridad y el deseo de salir adelante de su gente. Sin importar el género, los libros leídos nos hablan de colombias muy distintas pero a la vez muy similares…
Para seguir explorando los viajes literarios
Como de lo bueno siempre queremos más, con Casa Tomada este año hemos vuelto con otra propuesta de taller literario: queremos conocer la región amazónica a través de –¡adivinen!– libros de ficción y de no ficción. En el programa incluimos cuatro obras de referencia obligatoria: El río, de Wade Davis; Mi alma se la dejo al diablo, de Germán Castro Caycedo; La vorágine, de José Eustasio Rivera; y Cuentos amazónicos, de Juan Carlos Galeano. En total serán cinco sesiones online, una por mes.
¿Se animan a participar en el taller? El programa completo lo pueden ver aquí.
Además, en el primer semestre de este año haremos un viaje a la Amazonia colombiana para conocer de primera mano aquellas historias, lugares y personajes de los que hemos leído. Pronto les daré más noticias.
Con cariño,
Óscar Iván
Medellín, Antioquia
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Maravilloso Oscar, ha sido una gran experiencia ser parte de este taller. Hemos aprendido y construido juntos compartiendo este gusto y pasión por los libros y por nuestra tierrita colombiana, con todos sus avatares!!! Gracias por tu entrega y generosidad para llevarnos por estos caminos y por permitirnos ahora comenzar a hacerlos reales con el Amazonas.
Escribir sobre viajes es una de esas pasiones que vale la pena alimentar con los años. Me encanta lo que comentas sobre cómo un viaje es en realidad dos viajes. Una de mis citas favoritas de todos los tiempos es de Lilian E. Smith y dice: "No journey carries one far unless, as it extends into the world around us, it goes an equal distance into the world within." Aprovecho para dejar aquí dos libros de crónicas de viajes que me encantaron: El paralelo etíope, de mi amigo y gran escritor Diego Olavarría & Viaje, de Eugenio Partida. Mucho éxito con estos talleres que suenan fascinantes!