Hola, les saluda Óscar Iván Pérez H. y les doy la bienvenida a Quietud y Movimiento. Hoy les voy a hablar de las múltiples formas del amor.
Una carta de amor a Colombia: eso es El río, ese libro fascinante de Wade Davis.
Una carta escrita además con conocimiento de causa. No una expresión de afecto de alguien que mira desde la distancia, como adolescente tragado, el sujeto de su obsesión. No: Wade conoce muy bien Colombia, incluso mucho más que la mayoría de quienes tuvimos la fortuna de nacer aquí.
Su historia de amor comenzó en 1968 cuando él era poco más que un niño y vino durante dos semanas a Cali, en el Valle del Cauca. Durante esa estancia Wade experimentó por primera vez lo que era salir de Canadá, tener novia, besar a una mujer, emborracharse y bailar con la suegra.
En 1974, Wade volvió a Colombia con el propósito de recolectar plantas en la Amazonia. Su referente y contacto clave fue Richard Evans Schultes, profesor de la Universidad de Harvard, uno de los exploradores botánicos más reconocidos en el siglo XX y el máximo conocedor occidental de la riqueza natural de la región amazónica.
Schultes le dio a Wade dos cartas de recomendación que le bastaron para emprender el viaje dos semanas después del encuentro y hacer camino propio en tierras ajenas. Y lo hizo sin preguntarle por sus estudios o credenciales (y menos mal fue así, dice Wade, pues en ese entonces él, con apenas 20 años, sólo había cursado dos años de Antropología y no sabía nada de Botánica). Wade se fue a la Amazonia siguiendo una intuición, un llamado, un pálpito.
Tras una semana en Colombia, Wade fue invitado a unirse a una expedición botánica que cruzó el Golfo de Urabá para conocer, a pie, los bosques pluviales del Darién. Así comenzaron una serie de viajes que le permitieron atravesar Colombia de norte a sur y conocer territorios y comunidades de sus distintas regiones naturales. En los años posteriores, visitaría el país una innumerable cantidad de veces.
Escuchar hablar a Wade de Colombia es ser testigo de un amor puro y profundo, aunque conocedor de los claroscuros del lugar que ama. En sus entrevistas y conferencias, expresa su sorpresa por no ver ese mismo sentimiento en quienes hemos nacido aquí. Siento que su mirada inicial de extranjero le permitió observar con mayor claridad y distancia lo que somos y tenemos.
Yo mismo necesité que otros me lo señalaran para empezar a valorarlo. Sí: fueron los extranjeros que conocí en mis viajes internacionales quienes me despertaron el interés por esta tierra, un interés que en mi etapa inicial como viajero estaba depositado en lugares lejanos. “Colombia is my favorite country in South America”, me decían, y luego los entendí por completo (llevo seis años sin salir del país y sin parar de recorrerlo, ahora más que antes, por las razones que uds ya conocen). No sé si Colombia es el país más fascinante para viajar en este lado del planeta, pero sí estoy seguro de que apostar por él es ir a la fija.
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En Magdalena, otra carta de amor publicada en 2020 y cuyo hermoso subtítulo en inglés es River of dreams, Wade trata de hacernos entender la razón de sus sentimientos por el país:
Cuando digo que amo a Colombia, es algo visceral, un sentimiento casi sensual. Pasar demasiado tiempo lejos es dejar de vivir. Cada vez que pongo pie en esta tierra, siento el mismo arraigo que hace años me dio la libertad de visualizar el hombre que soy hoy. Mensajes silenciosos de un paisaje sin igual. El abrazo salvaje de un pueblo que permitió que un joven vagabundo creciera hasta convertirse en un académico pleno y realizado. La locura de Colombia fue lo que me salvó. Fue un respiro, una dulce caricia para el alma. Vivía en un infierno, consumido por unas ganas insaciables que casi acaban conmigo. Pero Colombia le dio sentido a mi pasión. Fue mi salvación. Si alguien quiere entender mi lealtad hacia este país, esa es la verdadera razón.
¡Qué dicha sentir algo así por un lugar!, ¿no?
En vista de este amor y de todo lo que ha hecho para que colombianos y extranjeros conozcamos y recorramos Colombia, el expresidente Juan Manuel Santos le dio a Wade la ciudadanía colombiana en 2018. Un acto simbólico y protocolario que ratifica algo que él había decidido mucho antes: ser embajador del país que lo enamoró y le permitió ser libre.
Para ser honesto, no es del todo preciso decir que El río sea una carta de amor… O al menos no es una con un único destinatario. Entre sus receptores también figuran Schultes y Timothy Plowman, el heredero intelectual del gran explorador y la persona con quien Wade viajó durante más de un año por Colombia y otros países sudamericanos. De manera que el libro es una carta poliamorosa y cada una de sus páginas transpira ese sentimiento polimorfo.
De hecho, la idea de escribir la carta de amor le surgió a Wade cuando, en enero de 1989, se vio en la dolorosa tarea de decir unas palabras en el funeral de Tim, quien murió de forma inesperada, y consideró necesario hacer un homenaje a eso dos hombres a quienes les debía tanto y a quienes amaba por igual. Un homenaje a Tim, que ya se había ido, y otro a Schultes, que se estaba yendo lentamente con la pérdida de la memoria.
Schultes le dio a Wade la posibilidad de vivir una vida elegida y, con el libro, el alumno le devolvió al maestro los recuerdos de la vida fascinante que tuvo (cuenta Davis que la esposa de Schultes le contó que él dormía con El río sobre la mesa de noche y que leía páginas sueltas en los días de insomnio).
El libro avanza a través de dos ejes que se cruzan y enrollan como dos enredaderas silvestres: el central es el que cuenta las exploraciones y descubrimientos de Schultes durante el periodo 1936-1954 en varias regiones (Estados Unidos, México y la Amazonia, principalmente la colombiana) y en torno de distintas plantas y bebidas sagradas (peyote, teonanácatl, ololiuqui y ayahuasca), así como de una planta convertida en demonio por sus explotadores blancos: el caucho, conocido por los indígenas como “el árbol que llora” por la forma en que brotan sus “lágrimas” pegajosas al hacer cortes en el tallo. El otro eje corresponde a los viajes de Tim y Davis para estudiar la hoja de coca, recorridos que los llevaron aconocer algunos de los lugares, personas y comunidades que Schultes había conocido décadas atrás y a otros en los que escribieron sus páginas propias.
En ambos ejes, Davis exhibe sus excelentes dotes de narrador, pero lo hace de forma distinta: las historias del maestro se leen como una novela histórica en la que los hechos documentados se enriquecen con escenas, diálogos y comportamientos íntimos imaginados que se deducen del perfil de los personajes y la evidencia empírica recolectada. Las historias de los dos jóvenes exploradores, en cambio, se leen como crónicas periodísticas en primera persona en las que Davis relata el viaje de descubrimiento y conocimiento que tuvo la fortuna de realizar junto a un etnobotánico brillante y casi una década mayor que él.
En años recientes, Wade ha propuesto otra interpretación complementaria sobre el significado de su libro. El río no solo es una carta de amor, sino también un mapa de sueños. Su obra habla de una Colombia que se podía recorrer con seguridad y libertad de esquina a esquina y en cualquier medio de transporte; un país cuya historia cambió con el ascenso del narcotráfico, la desvirtuación de las guerrillas y la avanzada paramilitar en los 80s y 90s; un país que, afortunadamente, ha vuelto a ser parte de lo que fue antes del desvío doloroso, corrupto y sangriento en el que se vio inmerso. El libro es, entonces, un mapa de sueños porque marca territorios y rutas de viaje alucinantes para inspirar a otros a salir de casa.
Esta nueva lectura del libro es la que hoy estoy privilegiando en mi vida nómada. El río se me está convirtiendo en una brújula de viajes cercanos y un manual del arte de viajar. Al lado de Schultes, Tim y Wade, el resto parecemos simples turistas. El sueño mayor es ser, algún día, un explorador igual de valiente, curioso y comprometido a ellos.
Gracias, Wade, por inspirarnos a amar y recorrer Colombia.
Con cariño,
Óscar Iván
Bogotá D.C.
Para seguir explorando El río y las expediciones de Schultes
En esta conferencia en el Parque Explora de Medellín, Wade expone el eje de El río relacionado con Schultes. La charla sirve mucho para recordar lo leído o empaparse de la vida y obra del gran explorador. A pesar de que el traductor simultáneo de Wade no descresta, vale la pena ver el video.
Quedé antojado de conocer el trabajo fotográfico de Schultes, ya que Wade lo utilizó como soporte visual de su conferencia. Siguiéndole el rastro, conocí La Amazonia perdida: el viaje del legendario botánico Richard Evans Schultes, un trabajo curado por Wade y disponible en la página web del Banco de la República de Colombia.
El sábado 1 de abril, a las 4:00 pm Col, seguiremos conversando sobre El río en el club online de Literatura y viajes de Casa Tomada. En esta ocasión, pondremos a dialogar al libro con la película El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra (2015), y el documental El sendero de la anaconda, de Alessandro Angulo (2019). ¡Te esperamos!
Las exploraciones etnobotánicas de Schultes me hicieron recordar La invención de la naturaleza, de Andrea Wulf, una novela histórica que retrata a un personaje igual de fascinante: Alexander von Humboldt. Ambos parecen sacados de la ficción, de una película de Hollywood. Ambos fueron versados en las ciencias sociales y las ciencias naturales (Humboltd también en las artes, salvo la música). Ambos objeto de fascinación e inspiración.
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Y por otra parte te cuento que apena leí esta entrega de Quietud y Movimiento me acorde de un libro que vi expuesto en días pasados en el museo del oro de Cali y se llama: "Rio de Hilo, Reflejo de Selva" de la artista Ingrid Vanessa Cañizales. El cual trata de una bitácora de viaje a través del rio Amazonas representado a través del bordado. Los viajeros tienen muchas formas de documentar sus viajes.
Un jueves más de "Quietud y Movimiento" en el cual te digo: Gracias por llevarnos a viajar en esos viajes multidimensionales a través de Colombia. Gracias por presentarnos en esta oportunidad el libro "El Rio" el cual es una carta de amor y un mapa de sueños como lo dice: Wade Davis.