Año nuevo, ¿vida nueva?
Plantearnos propósitos nos sirve para saber adónde queremos ir (aún si no vamos para allá)
Hola, los saluda Óscar Iván Pérez H. y les doy la bienvenida a Quietud y Movimiento, una newsletter sobre viajes, nomadismo y cultura digital. Hoy reflexiono sobre las listas de propósitos.
Hacia el 24 de diciembre acostumbro escribir la lista de mis propósitos para el año entrante. Lo hago a mano, con esfero negro y en mi diario de viaje, porque, por fortuna, en los últimos años la fecha siempre me ha cogido por fuera de casa (ahora con absoluta probabilidad, por razones que ustedes ya conocen).
No recuerdo cuándo lo empecé a hacer, pero la nota más antigua que aparece en los diarios que tengo al alcance es de 2018. Debe haber muchas más en los cuadernos que están guardados en cajas en la casa de mi padre.
Al terminar de escribir la lista de 2022 quedé con la sensación de que era básicamente la misma que había escrito el año anterior. Y decidí chequearlo. Así comprobé que no solo parecía un copy-paste de 2021, sino también de los años previos…
Son 20 o 25 propósitos que me planteo, como un déjà vu, cada año. Unas metas, además, bastante obvias: bajar de peso, hacer más ejercicio, viajar más, amar más, compartir más con otros, ahorrar más dinero, publicar más textos, hacer más fotos, leer más libros, estar más presente, ser más feliz, vivir más relajado,...
Si me planteo casi siempre lo mismo, “¿para qué lo hago?”, me pregunté. “¿Vale la pena seguir haciéndolo?”.
Después de meditarlo un poco, mi respuesta es que sí. Y lo es por varias razones.
Siento que la lista de propósitos de fin de año es, en últimas, un manifiesto de lo que me importa en ese momento preciso de la vida. Quizás la lista de 2022 se parezca mucho a la de los años previos, porque, en líneas generales, captura la esencia de la persona que soy hoy. En esa lógica, la lista de 2022 puede ser muy distinta a la que hubiera hecho el Oscar de, digamos, 2010 –una persona que soñaba con ser un académico tradicional y quien no tenía interés alguno en viajar, tomar fotos ni crear contenido digital– o de la que escribirá el Oscar de 2034, una persona que no sé quién será y de quien espero muchas (gratas) sorpresas.
La lista de propósitos también se puede entender como una estrella polar, una guía siempre visible que puedo consultar para no perderme en el viaje incierto de la vida. La lista me recuerda que, por ejemplo, debo cuidar mi alimentación, sacar tiempo para caminar y cerrar el portátil para salir a conocer el lugar en donde estoy; me recuerda, en últimas, qué es lo que considero como ingredientes infaltables de una vida plena.
Además, si renuncio a la escritura de los propósitos de fin de año, ¡el resultado podría ser peor! ¿Qué sería de mi peso si no lo estuviera monitoreando con frecuencia? ¿Qué sería de mi escritura si no me estoy diciendo cada tanto “no he publicado un texto en semanas”? ¿Qué sería de mis relaciones con amigos y familiares si no me digo a mí mismo “prometí estar más cerca”? La lista puede ser, entonces, un ancla para evitar que las aguas turbulentas de la vida me alejen de los puertos a donde quiero llegar.
Ahora bien, estas interpretaciones pueden tener algo de sentido, pero no me hacen pasar por alto lo evidente: la lista de propósitos es, por sobre todas las cosas, eso: la enumeración de hábitos y deseos que quiero formar e incorporar en mi vida. Así que no puedo esquivar la pregunta ácida y necesaria de “¡¿por qué no los estoy cumpliendo?!”.
De acuerdo con algunas notas de prensa que leí en internet (y que les dejo más abajo), para hacer viable el cumplimiento de los propósitos uno debe hacer al menos lo siguiente:
Reducir la extensión de la lista (es mejor plantearse un número reducido de metas y luego ir incorporando gradualmente otras a medida que se van cumpliendo las primeras).
Ser específico y realista (por ejemplo, no debemos plantearnos “Leer más”, sino “Leer un libro al mes”).
Describir cómo lo va a lograr (por ejemplo, “Voy a leer 30 minutos de lunes a viernes antes de dormir”).
Los puntos 2) y 3) ayudan, además, a hacer un seguimiento más fácil del cumplimiento de las metas y a identificar qué no está funcionando bien, en caso de que sea así.
Pasando a los libros, encuentro en Hábitos atómicos de James Clear que es mucho mejor plantearse un cambio de identidad que fijarse unas metas puntuales. O sea, en vez de decirnos “Voy a bajar 5 kilos” y “Voy a caminar 1 hora todos los días” es muchísimo más efectivo y sostenible en el tiempo proponernos ser una persona saludable. El libro es, en sí, una metodología bastante completa y convincente para lograr convertirnos en la persona que queremos ser.


Ser nómada digital me ha ayudado a avanzar en el cumplimiento de propósitos que se relacionan –desde luego– con conocer nuevos territorios, vivir nuevas experiencias, compartir con otros, tomar fotos y vivir más plenamente, pero ha afectado propósitos que son más fáciles de cumplir cuando se tiene una lugar propio y una rutina estable, como comer mejor, hacer más ejercicio o verme con frecuencia con familiares y amigos.
Para terminar, me parece importante mirar con lupa los cambios aparentemente imperceptibles que hay en los propósitos de año a año, en especial aquellos que eliminamos e incorporamos. En mi caso, la meta más importante que saqué de la lista fue la de hacer el doctorado, una que estoy segurísimo de que estaba en la lista del Oscar de 2010 y que, quizás por eso mismo, tuve que eliminar: era el sueño de una persona que fui, no de la que soy. Del otro lado, está una meta que incluí hace un par de años: crear más contenido digital, incluyendo el sonoro, que evidencia mi pasión creciente por las nuevas narrativas digitales, algo que, para el Oscar de 2010, era algo completamente carente de interés.
Muero de ganas por saber cómo será la lista del Oscar de 2034, pero no tengo ningún problema en tratar de vivir plenamente el día a día que falta hasta entonces. Mientras tanto, qué me pueden contar de ustedes: ¿escriben listas de propósitos en diciembre o en otro momento clave del año? Si sí, ¿les sirven de algo? Si no, ¿tienen otra estrategia?
De nuevo, gracias por leerme,
Óscar Iván
Medellín, Antioquia
Para seguir explorando la función del planteamiento anual de propósitos…
La escritura de esta reflexión estuvo fuertemente influenciada por la historia de Samuel Johnson (1709-1784), quien, en palabras de Garret Keizer para The New York Times, “se pasó la vida haciéndose propósitos e incumpliéndolos”. Sin embargo, “la determinación de Johnson de seguir proponiéndose metas –continúa Keizer–, a pesar de sus fracasos, explica sin duda todo lo que logró hacer”. Johnson fue conocido por sus estudios literarios y sus agudos aforismos. Pueden leer la nota aquí.
Si lo que buscan son consejos para hacer realidad sus listas de propósitos, en esta nota encuentran siete que me parecen muy interesantes (entre otros, evitar las tentaciones, comunicar las intenciones y no desfallecer ante los fracasos).
Literatura y viajes
Casa Tomada Libros y Café, mi librería independiente favorita en Bogotá, me ha invitado de nuevo a dictar un taller de literatura y viajes. En esta ocasión, nos proponemos conocer la Amazonia a través de obras de literatura de ficción y de no ficción cuya trama crece y echa raíces en sus aguas, tierras y culturas. Las cinco sesiones online serán el primer sábado de cada mes a las 4:00 p.m. hora Colombia y cuestan $250.000 en total. Empezamos el 4 de febrero con la primera parte de El río, el maravilloso libro de Wade Davis. Toda la info aquí.
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Es verdad que en la lista de propósitos somos muy genéricos .. por eso no se cumplen los objetivos ! Tratare de ser más específica.
Qué bueno leerte amigo mío. Un abrazo!